domingo, 2 de agosto de 2015

Setenta ratas


José Manuel Esparza Velazco vivía con 70 ratas. Su casa no estaba invadida por ellas, no. José Manuel Esparza Velazco las había domesticado. No solo eso: Las había identificado una por una y les había puesto nombre. No solo eso: Los roedores le obedecían.
De las 70 ratas, había una que era la preferida de José Manuel Esparza Velazco. Se llamaba Spirit, un nombre poco frecuente y un tanto masculino para una rata.
José Manuel Esparza Velazco y sus 70 ratas vivían en Cuervero, un poblado de 2.500 personas, en el estado mexicano de Aguascalientes.
Don Esparza era (aún lo es, ya que no se ha muerto y tiene 56 años) lo que en México llaman un pepenador.  El verbo pepenar tiene origen en el Náhuatl pepena, que significa recoger. Castellanizado y con aires despectivos, pepenar significa recoger del suelo, rebuscar. Aquí don Esparza sería un cartonero.
El hombre vivía en medio de un descampado, pero no muy lejos de la casa de un hermano suyo y a poco menos de un kilómetro del pueblo. Además, según cuentan, tenía (tiene, porque no se han muerto) tres hijos que viven en otros pueblos de Aguascalientes.
Don Esparza juntaba basura y vivía de ella, como hace casi todo el mundo, especialmente el periodismo. Sin ir más lejos, algún cronista se tomó el trabajo de contar las ratas de don Esparza que resultaron ser 70 exactamente, y no 71 ni 69. No hay duda que contar ratas es más desagradable que domesticarlas.
El caso es que este buen señor llevaba una vida tranquila, junto a sus animalitos. Cuentan que hasta tenían cierto orden en el basural y los bichos actuaban disciplinadamente, siguiendo el mandato de su patrón.
Pero, como casi siempre, los que quieran la paz son los vecinos. Algunos se quejaron porque decían que las ratas tenían la desagradable costumbre de reproducirse y las ratas amenazaban con invadir todo Cuervero, si no se hacía algo pronto.
Algún vecino hico el reclamo en el Departamento de Reglamentos y Regulación Sanitaria de cabecera del municipio de Calvillo, al que pertenece el pueblo. Estos, a su vez, le transfirieron la inquietud a Coordinación de Protección Civil del municipio que, a su debido tiempo, les dieron aviso a los bomberos.
Lo cierto es que, una mañana de no hace muchos días, a José Manuel Esparza Velazco le golpearon la puerta de su casa. El hombre abrió y se encontró con dos camiones, una pala cargadora, 20 hombres con guantes y barbijos y un patrullero, en donde lo cargaron sin demasiada cortesía.
A don Esparza lo tuvieron tres días internado. Lo obligaron a bañarse, le hicieron exámenes físicos y psiquiátricos y después le dieron el alta de mala gana, ya que no había cometido ningún delito y estaba perfectamente cuerdo según los parámetros actuales.
Cuando regresó a su casa, se encontró que los camiones se habían llevado las 7 toneladas de basura que él había reunido con enorme esfuerzo, durante más de 8 años.
Lo peor fue que no había señales de sus 70 ratas. Don José Manuel Esparza Velazco estuvo varias horas recorriendo el descampado, llamándolas por sus nombres. Pero nada. Ni siquiera Spirit había respondido a su desgarradores gritos. Cuando don Esparza se cruzó con un vecino, le preguntó por ellas y este le dijo: “Los bomberos las exterminaron”.
Ahora el pueblo está preocupado por José Manuel Esparza Velazco. Dicen que se lo ve vagar sin rumbo, hablando solo. Que ya no junta basura y que cada día está más delgado.

Dicen que ahora sí, está loco. 

Texto: Enrique Pfaab
Ilustración: Juan Pablo Gianello

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