jueves, 13 de agosto de 2015

Las promotoras del TC



Foto: Horacio Rodríguez

Su piel es turquesa. Si no es su piel, entonces nació con esas calzas puestas. No hay ningún ser humano que pueda ponerse algo tan ceñido al cuerpo, salvo que tenga algún pacto con el demonio. Sus inmensos tacos la llevan al metro ochenta. Desde allí arriba se cubre del sol abrasador de San Martín con una sombrilla. Su voz se apaga entre el ruido ensordecedor de los motores. Apenas se escucha que es de Santa Fe y que lleva 7 años como promotora en el Turismo Carretera.
“Todo es un mito. Para ser promotora en el TC no hay que acostarse con nadie. Sólo con quien vos querés”, dice Verónica. Tiene 29 años y hace 7 que está en este extraño mundo tuerca. Ahora su cuerpo publicita una compañía de telefonía celular, esa que hace unos días dejó sin servicio por varias horas a sus usuarios y ahora dice que los resarcirá con mensajes sin cargo. A la rubia no le preocupan estas cosas. Ella sólo debe mostrar una imagen perfecta, la suya, y que la gente imagine que el producto es igual.
“Mi novio es de Santa Fe y me está esperando allá. No es de este ambiente”, cuenta. Agrega que conoció al bienaventurado cuando ya trabajaba como promotora y “ahora no se puede quejar”.
Después de los autos, ellas son las más miradas. Más todavía que los pilotos. En el autódromo Jorge Ángel Pena nadie sabe muy bien ni cuándo ni por qué las exuberantes mujeres comenzaron a formar parte de este circo. Lo que es un hecho es que ya no se concibe una carrera sin que ellas estén presentes.
“Pagan bien. No es una barbaridad, pero es un sueldo aceptable”, dice Verónica, antes de tener que salir caminando junto al auto que lleva la publicidad de la compañía, para acompañarlo hasta la salida de boxes para realizar las primeras vueltas de entrenamiento.
A la mañana temprano, en la pista está Verónica con su compañera de promoción y dos chicas más que transforman un aceite en algo deseable. Al mediodía, llega un micro completo con otras 40 chicas. “Somos más de 60. La mayoría se mueve con el TC y las menos son contratadas en cada ciudad”, dice la santafesina.
Casi todas caminan despreocupadas entre la gente. Da la sensación de que caminarían igual de distendidas por más que estuvieran desnudas. Otras, las más jóvenes y con menos carreras encima, por momentos tienden a tratar de cubrirse sus escotes y sólo se relajan y sonríen cuando ven el lente de una cámara que las apunta.
“La gente nos trata bien. Los hombres nos gritan mucho desde lejos, pero cuando están cerca, sólo saludan y piden sacarse fotos”, cuenta una de las chicas que acaba de llegar.
Hay algunas promotoras que visten más moderadamente. Un jean que sugiere sus formas y una remera suelta. Son las que están cerca de algunos stands instalados dentro del autódromo y donde las chicas se acercan a la gente a repartir folletos.
“Una va y se presenta en una agencia que se dedica a las promociones. Después ellos son los que te proponen hacer tu trabajo en el TC. Si estás dispuesta a viajar, a estar sólo un par de días por semana en tu casa, a tener libre sólo de diciembre a febrero, entonces aceptás. Para mí esto es fácil, porque me gusta el automovilismo”, dice Verónica.
En algún lugar del Litoral un señor de 60 años se sentará frente a la televisión para ver la final del TC. En un momento llamará a su esposa y dirá: “¡Mirá, querida, ahí está la nena!”, y en la pantalla se verá el primer plano de un perfecto culo turquesa.

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