miércoles, 17 de abril de 2013

"Un funeral es como un casamiento"






Por Enrique Pfaab

“Hay que organizar los funerales con tiempo. Es como casarse: uno no improvisa la fiesta de su casamiento el mismo día de la boda”. Ricardo Péculo está en San Martín. Es el tanatólogo más renombrado del país. Fue el responsable de trasladar en octubre de 2006 el féretro del general Juan Domingo Perón desde el cementerio de Chacarita a la Quinta de San Vicente y a quien la viuda del fundador del Justicialismo le encargó su custodia. El experto llegó a la ciudad del Este para darles unas charlas de capacitación a los empleados de la Cochería Salvador Milio y “resaltar los ritos funerarios, que ayudan a mitigar el dolor”.
Tiene 62 años, fuma y el jueves de la semana pasado sufrió un síncope cardíaco “no por fumar, sino por andar corriendo con mis dos nietas”, aclara. “Creo en la vida después de la muerte, pero les digo que yo no vi el túnel ni la luz de la que hablan”, bromea.
En todo caso la parca no lo iba a encontrar desprevenido. “Hay que organizar los funerales con tiempo. Yo ya hice mi ataúd. Está ploteado y tiene una gran foto en donde aparezco vestido de guacho, se ve el campo de mi familia y las manijas están hechas con herraduras”. Además dice que ya acordó con su mujer que será ubicado en un nicho y que “cuando ella no quiera ir más al cementerio, me cremará y me llevará a donde están mis padres”.
Es que Péculo, quien dirige el Instituto Argentino de Tanatología Exequial desde hace 10 años y también es profesor en la Universidad de Avellaneda en donde se dicta a distancia la carrera de Tecnicatura en Gestión Funeraria, cree que los ritos funerarios “deben estar hechos para que los personas puedan homenajear a la persona fallecida y así mitigar el dolor”. También asegura que “la gente puede tener un buen recuerdo de un funeral”.
El hombre sabe lo que dice. Tiene 36 años trabajando en esto. “Yo me iba a los funerales y miraba todo para descubrir qué necesitaba la gente. Así aprendí”, cuenta, y agrega: “porque nosotros no trabajamos para los muertos, sino para los vivos y para ayudarles a homenajear al que partió y poder disminuir su dolor. Las ceremonias mortuorias ayudan a superar ese momento”.
En los pueblos y las ciudades chicas los ritos funerales todavía son bastante frecuentes. Sin embargo en las ciudades grandes tienden a desaparecer y “las empresas de servicios fúnebres en general no hacen estos ritos”, dice Péculo. “Yo creo que en ese momento la gente está necesitada de realzar al fallecido, de homenajearlo, y con eso aliviamos el dolor”, acota.
Según cuenta “todas persona trabaja durante toda su vida para ser alguien, de una manera u otra, y esa despedida se puede resaltar quién fue: sus hobbys, si era devota de algún santo, cómo crió a sus hijos…”.
El tanatólogo sostiene que en ese momento de dolor los deudos no están en condiciones de razonar con claridad. “Nosotros tenemos guiar y ayudar a la familia, atendida por un profesional que pueda contarles cómo se puede homenajear al fallecido”.
Dice que ahora están los “servicios temáticos” y los ejemplifica con su propio ataúd, repleto de imágenes gauchescas “porque yo soy tradicionalista”. Pero también propone otras ideas. “Si el señor era arquitecto, se puede pasar por la obra más importante que él haya diseñado. O si una mujer fue maestra, se puede velarla en su escuela o, al menos, pasar frente a ella antes de ir al cementerio. Si el fallecido fue un paisano, su caballo tiene que ir desmontado junto al cortejo”.
Cristian Milio, uno de los titulares de la empresa que trajo a Péculo, cuenta que en la zona esto es bastante frecuente. “Hay cortejos que se han detenido frente a la casa del fallecido y allí sus deudos han cantado una chacarera o han bailado junto al féretro”. Pero ambos remarcan que “nosotros podemos ayudar a la familia a razonar y hacer un homenaje de despedida, pero son ellos los que deciden”.

“El mundo entero va hacia la cremación”

Hoy en día hay una tendencia en la población de cremar a sus muertos y Ricardo Péculo asegura que esta tendencia no es exclusiva de la Argentina. “El mundo entero va definitivamente hacia la cremación”, sostiene. El profesor de la Universidad de Avellaneda dice que esto se debe “a las costumbres actuales. La mayoría de los jóvenes no saben dónde están enterrados sus familiares difuntos y no van a los cementerios”.
Pero este fenómeno generó otro: “Los crematorios están llenos de cenizas que nadie fue a buscar”.
Es que según Péculo “los familiares tienen que pensar bien antes de ordenar una cremación, porque después no saben qué hacer con las cenizas. ¿Quién va a buscar a papá?, se preguntan entre ellos, y nadie se anima a ir porque no saben dónde disponerlas. Entonces terminan quedando en el crematorio. Estas cosas hay que hablarlas con tiempo y saber cuál era la voluntad del fallecido”.
Pese a esto el tanatólogo no se opone a esta moda. “Yo estoy de acuerdo con lo que la gente quiera”, dice, y agrega que más temprano que tarde “los cementerios van a quedar como patrimonio municipal y se van a inhumar solo a los próceres o a la gente muy conocida, para que todos puedan ir a visitarlos”.
Este hombre delgado, simpático y con marcado acento porteño, ya está adaptado a esta tendencia de transformar en cenizas a los muertos. “Como hay una preocupación por cuidar el Planeta yo hice un ataúd ecológico, fabricado con materiales reciclados. Una mezcla de cartón y otros compuestos, sin pintura ni herrajes. De esta manera es menor la cantidad de humo y también se evita la tala árboles”.

El último hombre que vio a Perón

“El cuerpo estaba reconocible. Muy bien conservado, disecado, como ocurre con todo cuerpo que está en bóveda o en nicho y que, por estar cerrados al vacío, en vez de descomponerse se secan. Estaba intacto, salvo por que le faltaban las manos. Me shockeó mucho ver el uniforme y la banda presidencial y no ver las manos. Pero aún así fue indudable que era el general Perón aunque, es cierto, no lucía como se lo recuerda en los afiche”. Así Ricardo Péculorememora una de las experiencias profesionales que más lo marcó.
Sucedió el 17 de octubre de 2006, cuando el cuerpo del general Juan Domingo Perón fue trasladado desde el cementerio de la Chacarita hasta la Quinta San Vicente. “Para mi fue toda una experiencia. Aprendí mucho”, dice y asegura que “el cuerpo debe haber estado mucho mejor conservado antes de que se le cortaran las manos, ya el féretro fue abierto y entró aire y bacterias que lo afectaron”.
Fue un cortejo largo, histórico. “Yo llevé al General en la misma cureña que se usó cuando murió. Era muy baja y eso hizo que la gente quisiera tocarlo”. Ese traslado se concretó después de que en cercanías de la Quinta se desatara un feroz enfrentamiento entre militantes de la UOCRA de La Plata y del gremio de los Camioneros. Por esos incidentes, que incluyeron disparos, hubo un solo condenado: el mendocino Emilio “Madonna” Quiroz, quien recibió en mayo de 2011 una pena de 2 años y 6 meses de prisión en suspenso y en octubre de 2012 fue beneficiado con una reducción de 2 meses. Quiroz, quien respondía al sector comandado por Hugo Moyano, fue captado por las cámaras de televisión efectuando disparos con un arma de puño. “Por suerte la ceremonia estuvo muy separada del tiroteo”, recuerda Péculo. “Después de que salí del mausoleo hubieron varias personas que me dijeron: Usted es el último hombre que vio a Perón. Entonces me cayó la ficha de que había hecho un traslado histórico”.
El hombre se conmueve todavía al recordar esa tarde de hace casi seis años. “Yo abrí el ataúd”, dice, y es que ese traslado fue aprovechado también para extraer una muestra ósea del cuerpo y confirmar si los reclamos que realizaba hacía muchos años Marha Holgado, eran ciertos. La mujer sostenía ser la hija de Juan Perón y la única forma de constatarlo era realizar un examen de ADN. “Conmigo estaba la jueza y los peritos. Se sacó una muestra ósea y se dividió en tres: una para la señora Isabel Perón, otra para el Gobierno y la tercera para la señora Holgado. Finalmente los exámenes arrojaron como resultado que ella no era hija del General”.
Luego Péculo fue designado por María Estela Martínez de Perón como custodio de los restos del ex presidente y todavía hoy cumple ese mandato.

Evita y Chávez 

“El cuerpo de Evita es el único embalsamamiento que se ha hecho en el país”, dice este hombre que recorre el país capacitando a los que trabajan en empresas fúnebres. “Yo no conozco otro caso”, acota, mientras recuerda que “una vez me llamó una mujer que quería ser embalsamada, pero después que le conté que todos los cuerpos ubicados en el cementerio ya no se pueden ver, no me llamó más”. Luego agrega: “Perón no quiso ser embalsamado y sólo se le inyectó formol para que el cuerpo pudiera soportar sin problemas los días en que fue velado”.
Los medios del país se acordaron de Ricardo Péculo cuando falleció el presidente de Venezuela Hugo Chávez y su sucesor temporario Nicolás Maduro dijo el cuerpo iba a ser embalsamado.
“Dijeron que querían embalsamarlo y ponerlo en una caja de cristal para poder exhibirlo. Pero finalmente solo se le hizo un embalsamamiento temporario, con inyecciones de formol, ya que la familia no quiso que se le efectuara el proceso completo”, cuenta Péculo, y aclara que “todo cuerpo embalsamado debe ser colocado en una caja de cristal, para evitar contacto con el aire y mantenerlo a una temperatura constante cercana a los 15 grados”.
Finalmente dice que “no me llamaron para hacer ese trabajo, pero me hubiera gustado”.
Ricardo Péculo vive con la muerte. La trata como a alguien conocido. Será porque es solo un paso más en este mundo.

Finalmente, un día también le tocó a él.

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