miércoles, 17 de abril de 2013

Los perforadores



Por Enrique Pfaab

Fotos: Horacio Rodríguez    

Agua. Agua pura, limpia. Dicen que llegará el momento es que sea más buscada que el petróleo. Que las pujas políticas y económicas del futuro la tendrán como motivo. Aquí, donde gracias a ella se ha transformado el desierto en tierra productiva, desde hace unos cuantos años que ya se tiene la certeza de lo grave que es su escasez y que no hay proyectos posibles si no hay agua suficiente y pura.
José Escudero sabe esto. Lo sabe porque hace cincuenta años que la busca en las profundidades de la tierra, allí donde parece imposible hallarla. Comenzó arreglado bombas a los 20 años y hoy, a los 70 y junto a sus tres hijos varones, tiene una de las empresas de perforaciones más importante de la provincia.
El trépano comienza a girar y a hundirse en el suelo. Hará una perforación que tendrá 17 pulgadas de ancho al comienzo y que después se reducirá a 12. Llegará a los 292 metros de profundidad esta vez. Aquí, en el distrito juninense de Philipps, habrá que llegar hasta ahí para encontrar agua pura.  Desde ahora y hasta que esté terminado, se trabajará día y noche sin detenerse un instante. De ese hueco saldrán seis camionadas de tierra, arena, canto rodado y arcilla y se atravesarán otras capas de agua contaminadas, especialmente por la sal. La tarea estará lista cuando la perforación este totalmente encamisada por caños y una capa de cemento por fuera que los proteja de la corrosión. José y sus muchachos también colocarán la bomba que extraerá ese milagroso líquido, que surgirá a 300 mil litros por hora y permitirá que las plantas crezcan y los hombres vivan. Comenzaron el martes a la tarde y el viernes en la siesta ya estará lista la excavación. Inmediatamente después vendrá el encamisado del pozo. Hasta ahí no habrá descanso para que no haya riesgos de que se produzcan desmoronamientos o filtraciones entre napas. Después la urgencia de la instalación de la bomba solo la establecerá la voluntad del propietario de estas tierras.
A José se le notan los años de trabajo pero también se perciben sus ganas de no aflojar ni un tranco, por más que tenga la seguridad de que sus hijos Daniel (41), Gabriel (37) y Gonzalo (27) tienen incorporado en oficio hasta los huesos y que continuarán con la empresa familiar. Aún más, en su nieto Bautista de 11 años e hijo de Gabriel, ya se detectan las ganas por copiar la vida de los Escudero mayores.
“Mi hermano Juan empezó a trabajar en una empresa de perforaciones y después yo lo seguí y empezamos a reparar y colocar bombas. Después arrancamos a hacer antepozos (a pala y pico, de un metro y medio de ancho y calzados con anillos de hormigón) y con el tiempo nos alcanzó para comprarnos la primera perforadora a percusión y, con los años, compramos una perforadora rotativa”. El hombre recuerda mientras su hijo menor le ceba un mate dulce y se avergüenza porque justo hoy no está vestido con la ropa engrasada de trabajo que sí lleva puesta su padre.
El hombre acepta que cada vez habrá menos agua y dice que esto se ocurre porque cada vez son más los que la necesitan y que se tomó conciencia “un poco tarde” de que la contaminación es un monstruo real y difícil de combatir.
La decisión de José de adoptar este oficio como forma de vida nació de una necesidad. “En los 70 hubo sequías muy grandes y había un requerimiento muy grande de perforaciones. Entonces empezamos con esto. Era tanto el trabajo que a los que venían a pedir que le hiciéramos un pozo le decíamos que sí, pero que tendría que esperarnos dos años”.
El trépano come y se hunde. Son tres medias esferas con dientes que van girando coordinadas y van mordiendo la tierra. Por los costados sale un líquido que ablanda el terreno y que, además, permite que el material molido sea bombeado hacia arriba.
Ese líquido, esencial para realizar la perforación, es un lodo hecho con agua pura y bentonita, un tipo de arcilla de grano muy fino y de alta densidad que permite que el material a retirar quede suspendido y la extracción sea fluida. En la superficie este barro decanta y la bentonita se recupera y se vuelve a aprovechar.
Este proceso no puede detenerse hasta que esté listo el trabajo. “Las napas pechan constantemente”, explica Gonzalo, haciendo referencia a que la detención de las tareas pueden provocar un derrumbe de la perforación, la pérdida del pozo y hasta de las herramientas. “A nosotros no nos pasó nunca durante todos estos años. Pero algunas empresas han tenido este inconveniente porque el personal que está trabajando se va a descansar un rato, se quedan dormidos y cuando vuelven ya está todo perdido”, dice su padre.
Incluso, para prevenir cualquier detención prolongada, los Escudero (formalmente Hidrogeo S.A.) tienen varios motores y bombas de reemplazo para resolver cualquier rotura que desemboque en un derrumbe. Por este mismo motivo cada perforación nueva requiere que se monte todo un campamento. Una gran casilla rodante acompaña siempre al camión Internacional que lleva la torre de 20 metros, además de otro que lleva un tanque de agua y uno más, que también puede ser una camioneta, que traslada la bentonita y el resto de los equipos. También un gran grupo electrógeno.
Los mágicos rabdomantes
Los tiempos cambian y la forma en que se busca agua también. Hoy los geólogos son casi los únicos, o casi, que se encargan de realizar los estudios para saber dónde conviene perforar y hasta qué profundidad se tendrá que llegar.
Pero antes había otras artes para hacer este trabajo previo. La rabdomancia era una de estas especialidades. Los geólogos y los rabdomantes supuestamente usan la misma estrategia para saber que hay abajo del suelo: impulsos electromagnéticos. La gran diferencia es la forma en que loscaptaban aquellos o como los advierten los profesionales actuales.
 La radiestesia o rabdomancia era una actividad pseudocientífica que se practicaba con la rama de un árbol de la zona en forma de horqueta o también con un péndulo. La rama se arqueaba y el péndulo se comenzaba a mover cuando se llegaba, supuestamente, al punto donde convenía perforar.
“Antes había muchos. Todavía creo que quedan unos pocos, pero ya casi nadie los llama”, dice don José y se encarga de marcar algunas diferencias: “Algunos decían la verdad”, y recuerda a un rabdomante que, con un péndulo, indicó un punto a perforar y predijo que allí encontrarían agua pura a 72 metros.  “Y así fue”, recuerda José. Pero también guarda en la memoria a otro que cobraba por realizar ese tipo de augurios y que cierta vez, mientras la varilla se arqueaba, comenzó a mover los labios. “¿Qué está haciendo?”, le preguntó el hombre que lo había contratado.  Sin inmutarse el rabdomante respondió: “Estoy probando el agua”.
La actividad parece tener rasgos esotéricos, pero algunos de quienes la practicaban explicaban el fenómeno diciendo que los estímulos eléctricos, electromagnéticos y radiaciones del agua pueden ser detectados por una persona. Que la varilla se arqueaba y el péndulo se movía cuando se cerraba este circuito. También sostenían que estos elementos mejoraban la recepción. “Es cuestión de creer o no creer”, resume José Escudero.
Quien escribe tuvo la posibilidad, hace ya demasiados años, de tener trato con dos rabdomantes. Uno se llamaba Otto y era un alemán venido a la Argentina después de la Primera Guerra Mundial. Su apellido ya está en la gorda alforja del olvido. El otro era don José Maldonado, un hombre nacido en Chile que se dedicaba a trabajos rurales. Los dos cobraban una suma modesta y casi simbólica por marcar el sitio exacto donde convenía perforar. En la zona donde vivían esas perforaciones eran a pala y consistían en realizar una excavación redonda, de entre un metro ochenta y los dos metros cincuenta de diámetro.
Los dos usaban una rama en forma de horqueta para indicar el lugar. La varilla se arqueaba, a veces hacia arriba y otras hacia abajo, pero aseguraban que esta diferencia no era importante y respondía al mismo estímulo eléctrico.
Este cronista recuerda haber tomado con una mano un brazo de la horqueta mientras el otro era sostenido por el rabdomante. Luego había que agarrándose de las manos libres. La rama se arqueaba con tanta fuerza al llegar al punto donde supuestamente había agua, que las palmas dolían y llegaban a enrojecerse cuando se trataba de evitar que la vara se doblara.
Otto era capaz de seguir el camino de las vetas de agua más superficiales y daba una estimación de hasta qué profundidad se debía excavar para encontrar agua y cuán caudaloso sería ese pozo. Ambos rabdomantes acertaban siempre, al menos en la localización del pozo. Pero también es cierto que nadie perforó en un lugar no indicado y posiblemente el agua hubiera surgido igual, sin necesidad de poderes especiales.
Los años pasaron y Otto y don Maldonado ya no ejercen ese oficio. Ahora se dedican a ser recuerdos de quienes los apreciaron en vida y supieron aceptar que, más allá de la confiabilidad de sus predicciones, eran hombres de bien que no engañaban a nadie y que creían realmente en lo que hacían. Ninguno dejó sucesores que practiquen la rabdomancia.
“Ahora los estudios geoeléctricos indican y determinan todo”, dice José Escudero. Salvando las diferencias, los profesionales que realizan estos trabajos se basan en el mismo principio de impulsos eléctricos que los rabdomantes pero utilizando sensores que pueden detectarlos de una forma mucho más científica y concreta y que dejan en paz a los racionalistas.”En realidad, agua hay en todas partes. Lo único que varía es la profundidad  en la que está”, dice el perforador.
Cambiar una mala por una buena
“La Dirección General de Irrigación ahora ha establecido que sólo se pueden hacer perforaciones en fincas que ya tienen una y que debe ser cegada. Lo que se llama pozo en reemplazo o pozo en garantía”, explica José. Antes esto se exigía solo en las zonas calificadas como vedadas, “por ejemplo Montecaseros, en San Martín”. Además Irrigación exige que el productor presente un plan para implementar un futuro riego por goteo, que permita duplicar la cantidad de hectáreas a regar.
El cegado es la clausura y rellenado de la perforación antigua, ya contaminada. Esa contaminación se produce por que el encamisado del pozo se ha roto y por allí se filtra el agua de las napas superiores. Ese relleno lo realizan los mismos perforadores y consiste en meter dentro de él una mezcla de arcilla, cemento y bentonita. “Queda como si nunca hubiera existido nada allí”, explica Escudero.
El hombre acepta que toda medida para detener la contaminación es buena, pero ve como un tanto exagerada esta veda total en toda la provincia. “Una parte importante del agua que va a las hijuelas vuelve a filtrase al subsuelo y retroalimenta el sistema. Además la atención debería estar puesta especialmente en que se extraiga un porcentaje menor de lo que las cuencas pueden aportar”.
Desde su oficina ubicada en el inicio del carril Primavera, Gonzalo Escudero tiene absolutamente claro que la falta de cuidado y prevención ha jugado en contra.  “Antes se encontraba agua pura a menor profundidad. Hace poco cegamos un pozo acá, en Junín, que había sido muy bueno y que tenía 160 metros. Ahora hasta los 220 metros el agua es mala, tiene mucha salinidad”.
José también culpa a las petroleras por este problema. “Han hecho perforaciones de 2000 y 3000 metros en busca de petróleo y, como no lo hallaron, abandonaron las perforaciones y las dejaron abiertas. Hay cientos de ellas en muchos lugares de la provincia”. Esto provoca que, como dice el hijo menor del fundador de Hidrogeo, “las napas contaminadas, que tienen agua más pesada, se “coman” las napas buenas”, es decir, que esa agua con mayor porcentaje de sal baje hacia las cuencas puras y las contagie.
Sin perforaciones abandonadas o defectuosas la contaminación no se produciría ya que entre cuencas hay espesas capas de arcilla, algunas de hasta 20 metros, que aíslan unas de otras y evitan las filtraciones. “Siempre el agua pura está debajo de una napa de arcilla”, aclara Gonzalo.
Lo grave es que ya no se puede ir más profundo para buscar agua pura. “Los geólogos ya han indicado que acá (en la zona Este), más abajo de donde estamos llegando ahora, el agua que encontraremos tendrá mucho nivel de sal por razones naturales”.
Hay, pero no alcanza
Los Escudero dicen que no hay muchas empresas perforadoras en la provincia que trabajen bien y de manera constante. “No debemos ser más de siete u ocho”, sostiene Gonzalo. Si bien la tarea reditúa buen dinero, ya que un metro terminado de una perforación vale entre $1.200 a $1.500 de acuerdo al tipo de suelo y el diámetro que tenga, se necesita una gran cantidad de equipo para hacerla, es indispensable tener un buen conocimiento del trabajo y, además, aceptar que es una tarea pesada y sacrificada que no puede detenerse jamás una vez que se comienza, por más que diluvie o haya un sol que raje la tierra.
La familia juninense está bien preparada para esto y ya tiene muchos años en la actividad. Tienen maquinaria como para llegar hasta los 700 metros de profundidad y todas sus perforaciones han concluido con éxito. Como ejemplo: tres de ellas aportan agua a la red de agua potable del departamento de Rivadavia y una a la de Lavalle y hay decenas de productores que tienen pozos hechos por los Escudero que producen hasta 300.000 litros por hora.
 “A nosotros nos buscan los productores a los que el agua que les llega por los canales no les alcanza. Los turnos de riego son muy espaciados, cada 15 o 20 días, y además les llega poca cantidad y no alcanzan a regar todo”, explica el menor de la familia. “Con una perforación pueden regar a manto unas 25 hectáreas y unas 50 hectáreas si implementan el riego por goteo”, acota.
Agua, bendita agua
Ya la bomba está colocada y comienza a extraer de las profundidades un agua clara, limpia y fresca que corre hacia las hijuelas. En algunos lugares bajos, como La Isla  por mencionar una zona, la cantidad de agua es tanta que hay momentos que surge sin necesidad de que la bomba esté funcionando. Aún así “el agua no va a sobrar jamás”, dice don José Escudero mientras sorbe el último mate y se apronta a dar las gracias.
El hombre sostiene que la situación “se va a agravar” y que cada vez habrá más gente que note la escasez. “Hay arroyos que ya no llegan más al río, porque hay propietarios que los han desviado hacia sus cultivos y, por lo tanto, las filtraciones que aportaban al subsuelo ya no existen”.
Dice que “ahora estas cosas las están combatiendo” pero que “se acordaron un poco tarde”.
Por ahora, solo por ahora, los perforadores todavía encuentran lo que buscan. El trepano gira y llegará hasta donde descubra ese líquido insípido, inodoro e incoloro pero vital. Tan vital. 


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