martes, 16 de abril de 2013

Papeles amarillos


Por Enrique Pfaab
Salvo el aroma a tierra mojada, el de los libros debe ser el más agradable de este planeta. El perfume que genera la mezcla de tinta y papel viejo es incomparable. Hay pueblos que dedican especial atención a cuidar su historia y no hay mejor lugar para guardarla que las bibliotecas. Si esto se completa con un museo, mucho mejor aún.
Junín tiene ese apego por conservar la memoria. En 2009, en virtud del 150 aniversario de su fundación, la Municipalidad publicó un libro que se titula Junín, estampas de un pueblo, en el que se reunieron documentos antiguos, recuerdos y hasta se recopilaron los apodos con los que fue bautizada la mayoría de sus vecinos, un tema que ya fue objeto de estas crónicas.
El libro, que fue hecho gracias a la coordinación del inolvidable y querido escritor, poeta y periodista Eduardo Gregorio, contó también con la colaboración de Oscar Luis Guevara, Gladys Herrera, Roberto
Mercado, Javier Gregorio, Alberto López y Francisco Ricardo Sisti.
Algunos de los capítulos están dedicados a transcribir notas guardadas en el Archivo Municipal que muestran las costumbres de su época, incluida la manera de escribirlas. 
El 18 de enero de 1859 desde el Poder Ejecutivo provincial se redactó el acta de creación del departamento, que fue desprendimiento del de San Martín y a partir de ese momento se dividió en dos. Se aclara aquí, como también se hace en el libro, que la redacción y la ortografía están copiados del original.
“Se denominará Departamento de Junín, teniendo por cabecera la población de San Isidro que en lo sucesivo tomará el nombre de Villa Junín, el territorio comprendido entre los límites siguientes: al norte la travesía divisoria de Las lagunas; al Poniente la cañada del Moyano y línea de la calle del Riovamba; al Sur el Río Tunuyán i las poblaciones de su ribera meridional i al Naciente la línea de la Asequia primera de Mellea (SIC)” , dice el documento existente en la carpeta de Registros Oficiales de los años 1857 y 1861 del Archivo Histórico de Mendoza; es decir que Junín, en su conformación original, también abarcó los territorios que luego fueron de Rivadavia y Santa Rosa.
Las viejas notas del archivo municipal están reunidas en capítulos en el libro coordinado por Gregorio. El primero junta las del siglo XIX y el resto se divide en décadas.
La primera de estas notas, como otras muchas, está firmada por “B. Reta, presidente municipal” con fecha 14 de febrero de 1874 y está dirigida “a los Jueces de la Comisaría Norte”. Dice: “Comunicarán al vecindario de sus respectivos cuarteles, que se á dado de prorroga asta el sábado 29 del presente para que blanqueen las casas í que el que hasta esta fecha no lo hubiese echo, incurrirá en la multa que fija la Ordenanza (…). Haran saber a los rematadores de Casas de baile que pueden tener reunión í vender licores como tambien los Pulperos pueden hacerlo…”.
El 9 marzo de ese año, en una nota donde no figura firma y que está dirigida al “Precidente de la Municipalidad de Maipú” se pide que “habiendosé dado principio al trabajo de compostura del carril en el paso
del Río por la vía de los Barriales, lo comunico para que si esa Municipalidad tiene á bien ceder los presos que tenga para ayudarnos en dicho trabajo, puede mandarlos de hoy en adelante”.
El 6 de setiembre de 1875 está fechada la nota que hoy le pondrá los pelos de punta a más de uno.
“La Municipalidad de Junín í Dn. Cebero G. Del Castillo han convenido en lo siguiente:
Art. 1º.- La Municipalidad entrega a D. Cebero G. Del Castillo, una muchacha de edad de trece años llamada Josefa Sosa por el termino de cinco años contados desde la fecha. 
Art. 2º.- Castillo se obliga …(párrafo borroneado)… y atenderla debidamente en el vestuario como en sus enfermedades í alimentos.
Art. 3º.- Castillo podrá destinar a la mencionada Josefa Sosa í empelarla en el servicio í faenas de la casa. (…)”
En agosto de ese año, se cursó una nota al “Juez de Paz del distrito Norte” en contestación a una nota mandada por este unos días antes. Allí el responsable municipal dice: “se comiciona a V. para que mande hacer dos vestuarios completos para el huérfano hijo de la finada Merinda Diaz como así conchabar á la mujer que se a ofrecido cuidar al mencionado huérfano por cuatro pesos mensuales, los que se pagarán en esta Municipalidad (…)”.
Hay también una nota sin fecha pero que se presume está ubicada a fines de ese año y comienzos del siguiente y que fue dirigida “al cura párroco Deciderio Arrascaeta”. En ella el mentado “B. Reta” dice: “el que suscribe a recibido aviso de que su Ayudante Cura de San Isidro a pretendido privar ó á privado que una viejita tuyida limosnera pidiese su limosna á inmediaciones de la Iglesia. A otro limosnero le ha quitado el signo de la compasión í aun que se lo a devuelto le á mandado que no se introdusca á ese lugar á pedir limosna, í agregan en las denuncias que al privarlos de que pidan limosna demuestra que lo hace por que esos limosneros privan a la  Iglesia de la limosna que á hella deberían darle. Pongo en conocimiento de V. para que tenga a bien hevitar que estos hechos se repitan, í no dudo que lo refrenará enérgicamente por cuanto que tienden apagar la fé que los feligreses deben concerbar, convirtiendosé en odio (…)”.
Saltando algunos años, el 3 de agosto de 1893, Miguel Suárez (posiblemente ejerciendo el cargo de “Precidente Municipal”) le contesta una nota al “Juez del Ministerio de Menores”, diciendo que “el indijena menor de edad llamado Martín Fernandez se encuentra en poder del Sr Fortunato Silva, quien a presentado ante esta Municipalidad un certificado de ese Ministerio, por el cual se le otorga la tenencia del indijena expresado”.
En octubre de ese año un tal “Juan F Vazquez” expresa: “se delibero sobre el denuncio hecho por el Sr. Segundo Garramuño, en vista pasada por el a esta Corporación de que en la casa donde está instalada la Escuela de niñas Nº 4 existe, también allí, un boliche, de bebidas y otras cosas mas en donde a la jente que hay frecuenta se le toleran procedimientos que por su naturaleza son incorrectos (… palabra borrosa…) y relajados  cuyos resultados repercuten en el corazón de las tiernas educandas dejando en él el jermen de la corrupción (…)”. 
Ya en la primera década del siglo XX también hay algunas notas interesantes. En octubre de 1908 se le escribe al vecino don Gregorio Lillio, diciéndole: “Ha pedido del señor R. Puebla, le pido encarecidamente quiera tener á bien asegurar sus chanchos, que continuamente se pasan a los potreros de Don Rodolfo y le hacen daño en los sembradíos”.
Todo tiempo pasado fue mejor, asegura un dicho popular. Mejor sería sostener que solamente fue distinto.

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