José Manuel Esparza Velazco vivía con 70 ratas. Su casa no
estaba invadida por ellas, no. José Manuel Esparza Velazco las había
domesticado. No solo eso: Las había identificado una por una y les había puesto
nombre. No solo eso: Los roedores le obedecían.
De las 70 ratas, había una que era la preferida de José
Manuel Esparza Velazco. Se llamaba Spirit, un nombre poco frecuente y un tanto
masculino para una rata.
José Manuel Esparza Velazco y sus 70 ratas vivían en
Cuervero, un poblado de 2.500 personas, en el estado mexicano de
Aguascalientes.
Don Esparza era (aún lo es, ya que no se ha muerto y tiene
56 años) lo que en México llaman un pepenador. El verbo pepenar tiene origen en el Náhuatl pepena, que significa recoger. Castellanizado
y con aires despectivos, pepenar significa recoger del suelo, rebuscar. Aquí
don Esparza sería un cartonero.
El hombre vivía en medio de un descampado, pero no muy lejos
de la casa de un hermano suyo y a poco menos de un kilómetro del pueblo. Además,
según cuentan, tenía (tiene, porque no se han muerto) tres hijos que viven en
otros pueblos de Aguascalientes.
Don Esparza juntaba basura y vivía de ella, como hace casi
todo el mundo, especialmente el periodismo. Sin ir más lejos, algún cronista se
tomó el trabajo de contar las ratas de don Esparza que resultaron ser 70
exactamente, y no 71 ni 69. No hay duda que contar ratas es más desagradable
que domesticarlas.
El caso es que este buen señor llevaba una vida tranquila,
junto a sus animalitos. Cuentan que hasta tenían cierto orden en el basural y
los bichos actuaban disciplinadamente, siguiendo el mandato de su patrón.
Pero, como casi siempre, los que quieran la paz son los
vecinos. Algunos se quejaron porque decían que las ratas tenían la desagradable
costumbre de reproducirse y las ratas amenazaban con invadir todo Cuervero, si
no se hacía algo pronto.
Algún vecino hico el reclamo en el Departamento de
Reglamentos y Regulación Sanitaria de cabecera del municipio de Calvillo, al
que pertenece el pueblo. Estos, a su vez, le transfirieron la inquietud a
Coordinación de Protección Civil del municipio que, a su debido tiempo, les
dieron aviso a los bomberos.
Lo cierto es que, una mañana de no hace muchos días, a José
Manuel Esparza Velazco le golpearon la puerta de su casa. El hombre abrió y se
encontró con dos camiones, una pala cargadora, 20 hombres con guantes y
barbijos y un patrullero, en donde lo cargaron sin demasiada cortesía.
A don Esparza lo tuvieron tres días internado. Lo obligaron
a bañarse, le hicieron exámenes físicos y psiquiátricos y después le dieron el
alta de mala gana, ya que no había cometido ningún delito y estaba
perfectamente cuerdo según los parámetros actuales.
Cuando regresó a su casa, se encontró que los camiones se
habían llevado las 7 toneladas de basura que él había reunido con enorme
esfuerzo, durante más de 8 años.
Lo peor fue que no había señales de sus 70 ratas. Don José
Manuel Esparza Velazco estuvo varias horas recorriendo el descampado,
llamándolas por sus nombres. Pero nada. Ni siquiera Spirit había respondido a
su desgarradores gritos. Cuando don Esparza se cruzó con un vecino, le preguntó
por ellas y este le dijo: “Los bomberos las exterminaron”.
Ahora el pueblo está preocupado por José Manuel Esparza
Velazco. Dicen que se lo ve vagar sin rumbo, hablando solo. Que ya no junta
basura y que cada día está más delgado.
Dicen que ahora sí, está loco.
Texto: Enrique Pfaab
Ilustración: Juan Pablo Gianello
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