Si la vida funciona como corresponde, todos nos quedaremos
huérfanos algún día. Los padres morirán antes que los hijos. Así debería ser
siempre. Ese es el orden del la vida y nunca debería modificarse.
Yo ya soy huérfano. Llegué a este momento, con etapas muy
diferenciadas y separadas por muchos años. Demasiados. Mi madre murió cuando yo
tenía 5 años y mi padre se fue cuando ya había cumplido los 45.
Cada tanto, cuando revuelvo papeles viejos, me descubro
buscando algo que puedan haber dejado y que todavía no encontré. Hay muchas
fotos, algunos dibujos que hizo mamá, pero casi nada escrito.
Quisiera encontrar alguna carta olvidada o, mucho mejor aún,
alguna libretita en donde alguno de los dos hubiera escrito algún pensamiento,
alguna reflexión, algún recuerdo, el relato de alguna de sus experiencias y que
jamás me contaron cuando vivían.
A veces abro algún cajón y, aún sabiendo que allí no hay
nada para descubrir, reviso con detenimiento cada papel amarillo tratando de
leer algún mensaje que jamás fue escrito.
Si esta época fuera igual a la de ellos, seguramente yo
agarraría una libretita y garabatearía alguna cosa para que la encuentren mis
hijas, cuando yo ya no esté. O pondría una hoja en la Olivetti y teclearía
algunos párrafos. Hasta puedo imaginar la charla que tendrían las dos hermanas después
de leer esas tres ideas, posiblemente absurdas y sin mucha importancia, pero
que serían algunas cosas que su padre nunca les contó en vida, pero que quiso
que las supieran alguna vez.
Por suerte para mi, en esta época existen las computadoras e
Internet. Escribir y dejar guardado en alguna parte, es mucho más simple y más
fácil de encontrar.
Hace unos días, me di cuenta que puedo dejar alguna cosa escrita
para que ellas la encuentren, alguna vez. Y que tengo decenas de recuerdos e
ideas que nunca les he contado y que, seguramente, no les contaré.
Por eso escribo estas cosas. No me preocupa mucho si están
buenas, si a alguien “le gusta”. Tienen otro destino. Es muy posible que no
tengan ningún sentido para cualquier otro, que nos sean mis hijas. Y si tienen
alguno, es solo ser disparador de los recuerdos de cada quien.
Esta es solo una libretita amarilla que alguien encontrará, alguna
vez.
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