Antonio Américo Fortte está viejo. Fue relojero
casi toda su vida y se le está terminando el tiempo. El reloj de la cúpula de
la Municipalidad funcionó hasta que él se jubiló. Después, quedó detenido con
los cuatro cuadrantes alertando sobre horas distintas.
-Ahora, que ya no trabaja de relojero, ¿a qué se
dedica, don Fortte?-
-Nunca fui relojero. Eso dicen los que no me
conocen bien. Yo, lo único que he hecho siempre, es saber cuál es el destino de
cada uno-, dice.
Don Fortte dice que no miente y, preguntando y
preguntando, alguno confiesa en un murmullo: -Es verdad. Don Fortte te dice lo
que va a pasar-
El relojero sin relojes, lo explica así:
-Mire, yo no arreglo relojes ni cambio el destino,
pero le puedo decir cuándo y dónde ocurrirán cosas sobre las que usted debe
estar atento, porque serán trascendentales en su vida.
Le puedo decir que hoy, a las 3 de la tarde, cuando
usted vaya caminando por la esquina de Avellaneda y Bailén, debe mirar a la
izquierda antes de cruzar, porque Jorque Márquez vendrá conduciendo su Renault 12
y estará distraído, porque se acaba de pelear con su mujer. Si usted mira hacia
la izquierda, lo verá y no cruzará la calle, justo en el momento que el
estúpido de Márquez pase por ahí.
También le puedo decir que el lunes, a las 10 de la
mañana, usted mire hacia el oeste cuando cruce la calle Albuera, en la esquina con Nogués. Verá a una mujer de pelo
castaño, de unos 40. Mírela a los ojos, porque ella hará lo mismo. Lo que
ocurra después, depende de usted-
-Pero, don Fortte, ¿seré feliz?-
El viejo respiró profundo, muy profundo, y se murió.
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