lunes, 1 de julio de 2013

El más famoso de los olvidos


Luis H. Morales era sólo un nombre ficticio, nunca existió. Sin embargo, todos lo recuerdan. Luis Profili fue constructor de oficio. Levantó muchos de los edificios más emblemáticos de San Martín y tuvo tres hijos. Pero la mayoría lo ha olvidado. Lo curioso es que fueron la misma persona y que la obra más famosa del hombre real le pertenece al ficticio.
Luis Hermenegildo Profili nació en 1906. Era hijo de Alfredo Profili y Apolonia Corinti, un matrimonio italiano que tuvo otros tres niños. De su padre heredó el oficio de la cuchara y el fratacho, y con él se ganó la vida con solvencia, pese a que no estudió carrera alguna. Junto con su padre levantaron el edificio del viejo hospital, lo que es hoy colegios, dependencias municipales y la Comisaría 12; el antiguo mercado de abasto, donde actualmente funciona la Casa de la Cultura; el cine Monumental, que todos sueñan con revivir, y el desaparecido Banco de los Andes, que es hoy la Cooperativa Eléctrica Alto Verde y Algarrobo Grande.
Luis Hermenegildo Profili se casó con Elena Doménico y tuvo tres hijos: Alfredo, Elena Eda y Osvaldo, más conocido como el Dodo.
El folclorista Roberto Mercado realizó una detenida investigación sobre la vida de este sanmartiniano, que será la esencia de su nuevo libro y de una tesis para la UNCuyo. En algunos de los apuntes, cedidos para esta crónica, da cuenta de que Profili, sin saber música, se las ingenió para componer 7 u 8 melodías, especialmente zambas y cuecas. Después debió estudiar algo más para poder registrarlas con el nombre de Luis H. Morales. “Se puso un seudónimo porque no quería hacerse conocer, porque era tímido y porque decía que el apellido Profili era muy italiano, y quería utilizar uno algo más folclórico”, dice Elena, la hija del compositor.
En 1950 creó el que sería uno de los temas más populares de toda la música argentina, Zamba de mi esperanza. Pasaron 14 años para que la registrara. Algunos descreen, todavía hoy, que sea este tímido constructor el autor de semejante pieza, que terminó por ser parte de la historia del país.
“Para mi no hay dudas de que Luis Profili es el autor. La simpleza del texto y la música concuerdan con el resto de sus composiciones. Y también que haya utilizado un seudónimo para registrarla”, sostiene Mercado.
Pero además hay otros detalles que confirman que De mi esperanza es del sanmartiniano.
La historia dice que Félix Dardo Palorma ayudó a Profili ha darle los últimos retoques a la zamba antes de presentarla en SADAIC, un trámite que el amateur también desconocía y en el que Palorma también colaboró.
“En agradecimiento, Profili le ofreció registrar la zamba juntos y también le quiso regalar algunas hectáreas de uno de los viñedos que había comprado, pero Palorma no aceptó. Yo tengo una partitura de la cueca Voy llegando a Cuyo, que tiene una dedicatoria de Palorma a Profili que dice “vaya esta cueca para que baile con su moza esperanzada”, refiriéndose claramente a Zamba de mi esperanza. Y también en un párrafo de esa cueca Palorma escribe: “Cómo he resuelto quedarme, ya tengo unas hileritas”, refiriéndose al regalo de tierras que su amigo quiso hacerle”, cuenta Roberto Mercado.
Además, la famosa zamba es en esencia una descripción del baile, algo que Profili amaba profundamente.

Del encuentro y el destino

Pero también Profili / Morales y su zamba tendrían un guiño del destino años después, cuando el constructor se cruzó con el mítico Jorge Cafrune en un viaje que este hizo a Mendoza. “Muy tímido, Profili se presentó modestamente ante Cafrune y le tocó la zamba. Cafrune, que ya se la había escuchado a los hermanos Albarracín, quedó encantado y la trasformaría en un tema emblemático y tremendamente popular”, sostiene Mercado. A partir de ese momento, cada vez que el músico jujeño venía a Mendoza, visitaba a la familia Profili en San Martín. “Pasaba un rato, y se quedó varias veces a comer”, recuerda Elena, la hija de don Luis.
Luis Profili murió en 1975, mientras el barbado cantor seguía trasformando su zamba en la más popular de las composiciones argentinas. Irónicamente, el destino de Cafrune también quedaría marcado con esta zamba.
En el ’76, De mi esperanza fue prohibida por la Dictadura Militar. Pese a ello, en el festival de Cosquín, de enero de 1978, el público le pidió a Cafrune que la entonara. “Aunque no está en el repertorio autorizado, si mi pueblo me la pide, la voy a cantar”, dijo el folclorista. Unos días después, el 31 de enero y como homenaje a José de San Martín, Cafrune emprendió una travesía a caballo hacia Yapeyú, lugar de nacimiento del Libertador, para llevar un puñado de tierra de la ciudad francesa de Boulogne Sur Mer, en donde había fallecido el general.
Esa misma noche y a poco de salir, fue embestido a la altura de Benavídez por una camioneta. Murió un par de horas después. El accidente nunca fue esclarecido totalmente, pero siempre se sostuvo que fue un asesinato planificado por la dictadura.
Muchos años después dos sobrevivientes del centro clandestino de detención La Perla declararon que escucharon cuando el teniente Carlos Villanueva y otros militares planeaban el asesinato de Jorge Cafrune, luego del episodio de Cosquín, para “evitar que otros hagan lo mismo”.

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