miércoles, 1 de julio de 2015

El testigo


Yo les dije que ya estás muerto, amo, pero no me entienden.
Dicen que vienen a tratar de averiguar lo que yo podría contarles, con detalles.
Les diría que hace un rato, apareció un hombre de olía igual que los malvones de la otra cuadra. Que sus manos olían al sexo de su mujer. Igual a como olían las tuyas.
Les contaría que gritó tu nombre. Que yo ladré enfurecido, como corresponde.
Que abriste la puerta, que él te empujó, te dijo algo que no entendí y que sentí un ruido fuerte, que retumbó cien veces en mi cabeza como si fuera navidad.
Que después corrió. Que tiró la pistola en el patio de al lado y que ellos no ven y no encontrarán jamás.
Van a venir a molestarte, lo lamento. Me gustaría que me dejen algo para comer y que me llenen el balde con agua fresca, antes de irse. Al menos espero que no limpien tus sesos, que han quedado esparcidos por el suelo y que tienen un gusto ácido. Creo que ellos no se preocuparán por eso. Están muy intrigados en saber aquellas cosas que yo podría contarles.
Pero como vos sabés, amo, los hombres no ladran.

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